martes, 12 de febrero de 2008

La Bella y el Metro

Este tema de Serrat me llevó a escribir el cuento que leerán después....


La bella y el Metro

Entre el infierno y el cielo,
galopando entre tinieblas
de la periferia al centro
del centro a la periferia,
el metro.

Con ojos de sueño viene
cruzando la madrugada;
regresará a medianoche
con el alma fatigada,
el metro.

Cargando arriba y abajo
íntimos desconocidos,
amaneceres y ocasos
con dirección al olvido.

Por sus arterias discurre
presurosa humanidad,
el alimento que engorda
la ciudad.

De reojo se miran,
de lejos se tocan,
se huelen, se evitan,
se ignoran, se rozan;
y en el traqueteo
del vagón hipnótico
cada quien se inventa
la suerte del prójimo.


El escritor ve lectores,
el diputado, carnaza;
el mosén ve pecadores,
y yo veo a esa muchacha
del metro.

Los carteristas ven primos,
los banqueros ven morosos,
el casero ve inquilinos
y la pasma, sospechosos
en el metro.

El general ve soldados;
juanetes, el pedicuro;
la comadrona, pasado;
el enterrador, futuro.

La bella ve que la miran,
y el feo ve que no está
solo en este mundo que
viene y va.

La bella se deja
mirar mientras mira
la nada que pasa
por la ventanilla.

Distante horizonte
de cristal de roca,
ajena y silente
flor de mi derrota.

El revisor ve billetes;
el sacamuelas ve dientes,
el carnicero, filetes;
y la ramera, clientes
en el metro.

Los avaros ven mendigos,
los mendigos ven avaros;
los caballeros, señoras;
las señoras, tipos raros
en el metro.

El autor ve personajes,
el zapatero ve pies;
el sombrerero, cabezas;
el peluquero, tupés.

Los médicos ven enfermos,
los camareros, cafés;
yo sólo la veo a ella:
la bella,
la bella,
la bella que no me ve.

Primer cuento.... LA DANZA

Al fin... Ya está dentro del subte... Son sólo seis estaciones... un par de cuadras... entrar en el departamento y de allí directo a la bañera...
El día pareció ser extremadamente largo, caluroso y complicado.
Le reconforta pensar que al llegar a casa podrá liberarse de sus tan sensuales como altos zapatos negros... caminar descalza sobre el silencioso piso de madera o deslizar sus cansados pies en la suave alfombra... Casi puede sentir como, refrescante, la brisa de la noche irá colándose a través
de las cortinas ...


Son sólo seis estaciones...

La gente sigue subiendo... Más, más y más. Pugnando por un lugar la han confinado contra la puerta que quedará cerrada. Numerosos brazos y rostros se suceden de frente o perfil, dándose la espalda o quedando frente a frente en el espacio limitado del vagón donde viajan..

Con mucha dificultad trata de conservar su sitio pero lo más ventajoso que ha logrado es estar casi prisionera en el ángulo formado junto al asiento hacia donde mirará el resto del viaje. Apoya el hombro derecho y para evitar cualquier tipo de sorpresa coloca su cartera al frente y la oprime con ambos brazos. Acomoda mejor el abrigo que se ha colocado sobre los hombros y trata de esperar, resignada, a que por fin se cierren las puertas y el vehículo emprenda la marcha.

A su espalda... pueriles luchas se suceden al tratar de instalarse los cuerpos en posturas dignas de faquires... mientras, continúa sumándose gente.

Un sacudón la toma de sorpresa... Último aviso...Los rezagados se sumergen en el ínfimo espacio libre... Las puertas se cierran... Suspira... Debe esforzarse para respirar debido a la estrechez de su espacio.

Formas diversas la rodean y empujan con cada movimiento. Trata de ignorarlas, aunque... no sabe porque algo la inquieta...
Se separa de la pared... Su piel se convulsiona repentinamente... por momentos... y no distingue qué origina los estremecimientos.
La marcha va desacelerándose y los ruidos aumentan de intensidad al acercarse al lugar de la detención...
No entiende que la hace sentir avergonzada y ansiosa.
Algunos pasajeros descienden pero los que llegan no permiten que las incomodidades cesen.
Ahora ya son cinco las estaciones que distan de la brisa del atardecer y el descanso.

La vibración del coche suele adormecerla, pero hoy hay algo distinto que la estimula... la conmociona... la confunde...

De pronto siente algo más que un roce a la altura de sus muslos... Una aproximación de otro cuerpo.
Sus sentidos se alarman. No puede ser lo que cree... pero...
Trata de retirarse, el asiento no le permite la maniobra. Por un momento piensa estar imaginando que algo singular sucede en su espalda, pero no precisamente a esa altura...
No puedo evitar emitir una suave exhalación de sorpresa cuando el género delgado de su vestido negro no la protege de una porción masculina que se apoya y endurece contra ella de manera indecorosa. Distingue claramente que un cuerpo se mueve a la altura de sus muslos de forma tal que el significado es inconfundible...
Siente dificultad para respirar, pero no puede moverse... ¿ No puede o no quiere?.
No sabe en que momento las puertas se abrieron nuevamente. Descendieron tan pocos pasajeros que no hubo cambios significativos.

El breve instante le permite volver la cabeza hacia el vidrio de la puerta a su derecha.
No está preparada para toparse con un par de ojos claros en el rostro de un joven más alto, de cabellos oscuros, largos y crespos recogidos en una cola, que la examina con tanta ansiedad como ella a su dueño. La contempla con fijeza, sin disimular su curiosidad. Esos ojos parecen inundarla y cubrirla de un rubor ardiente y sigiloso.
Se siente capaz de manejar situaciones límites como está, espetando un improperio o comentario mortificador... Pero... no sabe como responder al mensaje seductor de esos ojos...

Se reinicia la marcha...

Cuatro estaciones...
Si bien no es pudorosa la sorprende el impulso de cubrirse ante la mirada lenta, silenciosa... y ante esa casi imperceptible sonrisa que siente como una leve caricia.
No puede evitar mirar rápidamente a su alrededor. Cree que miradas se concentran en ella. Siente la necesidad de observar si alguien más está enterado de lo que allí se está desarrollando. Le alivia ver que todos parecen ignorarlo.
Es consciente de la existencia de su vestido, pero sabe que su suavidad y su sutilidad transportan a presentir lo minúsculo de su ropa interior... las mismas que ahora la hace sentir desnuda frente a esos ojos misteriosos y abrasadores.
Su respiración se acelera. Siente la garganta oprimida. El corazón golpea contra la superficie dura de su cartera. Se aferra fuertemente a ella como si fuera el último nexo con la sensatez. Le espanta la idea de ser consciente de lo que está sucediendo y no hacer nada para evitarlo... pero algo la arrastra a proseguir... se siente en transe.
Con poca convicción mira nuevamente a la puerta buscando el reflejo del dueño de los ojos que la perturban.
Un posible discurso de censura muere en sus labios en el mismo momento en que , debido a la frenada abrupta al aproximarse a una nueva estación, la virilidad manifiesta del individuo muy junto a ella que tan imprudentemente la está comprimiendo, derrumba la última defensa protectora frente al
reconocimiento de un cuerpo que irradia energía carnal y le provoca un
profundo placer físico y sexual.
El tiempo necesario para el ascenso y descenso parece interminable. Esa
eternidad es un tormento que la colma de un deseo ciego que no es más que
ese deseo restringido por una larga abstinencia.

Ahora son tres las estaciones... Breves tres estaciones...
La inercia del arranque la obliga recostarse contra el cuerpo sólido de él
sin pensar... Va en busca de saciar la necesidad que la rebasa e invade tan
profundamente en todo su ser.
Observa en el reflejo que él registra sus movimientos. Lo ve hacer una
pausa para respirar... incrédulo y alegre... al constatar que ella responde
positivamente a su invitación al juego propuesto tácitamente.
El imperceptible quejido junto al cabello que cubre su oreja, de la sensual
voz grave del mismo propietario de labios desconocidos y bien formados; da
el primer acorde trémulo con que comienza la sinfonía.
Esa música sensual, inaudible para el resto del pasaje, acompaña la danza
que cargada de énfasis y hombría realiza él en su espalda. Casi inconscientemente ella arquea la espalda y su cuerpo se pega al otro
cuerpo... complementándolo. La suavidad y redondez se vincula con la
dureza. Los leves movimientos la persuaden a relajarse para disfrutar del
momento y para acompañarlo quedamente.
Ella se apoya contra él y aunque se siente debilitada lucha con sus
párpados para que no se cierren invitándola a una mayor concentración.
La representación privada que comenzó tímidamente, casi torpe, se prolonga
hasta la llegada a la necesaria e inconveniente detención del vehículo que
no quiere ser cómplice.

Mientras dura, ella trata de bloquear en su conciencia la zozobra del juego
con un desconocido y el tumulto de sensaciones cálidas y húmedas que se
agolpan en sus zonas netamente femeninas. Puede hacerlo porque durante un
breve instante los cuerpos se han separado...tal vez para buscar aliento
antes de continuar
Extrañamente complacida, agradece que la presión de los cuerpos en torno a
ellos no haya disminuido al reanudarse la marcha.
Consciente que ahora son dos los intervalos que restan antes de llegar al
inevitable final de la función erótica, se deja arrastrar nuevamente a la envolvente seducción de la respiración anhelante en su nuca.
El primer contacto es trémulo pero suficiente como para reconocerlo y darle
a entender su consentimiento de continuar, apoyando sus caderas contra el
vientre de él.
Lentamente corre el abrigo de sus hombros. Al hacerlo arrastra su negro y
largo cabello hacia un costado . Se siente acalorada, agitada y cautivante
al comprobar que ha visto el cierre que largo y sensual se insinúa en su
espalda y que lo invita descaradamente a abrirlo.
Se sobresalta al contacto de una mano firme y cálida en su costado que
amparándose en la alianza que le brinda la pared puede quedar oculta de las
miradas y así aferrarla como una atadura de pana... y rozarla con las yemas
de sus dedos...
¿Qué le está sucediendo para que le permita a este extraño llegar tan lejos?.
¿Lo descarado del atrevimiento y el lugar... su propia necesidad de
contacto con un cuerpo marcadamente masculino... su afectación física ante
la actitud resuelta de él?... Cada cosa o todo la seducen y llevan a ese
estado donde ni siquiera se reconoce.
El momento se hace cada vez más intenso e íntimo... Su mente se llena de
fantasías... Vuelve
a sentir la textura aterciopelada de la otra piel sobre su piel a través de
las prendas y los sonidos roncos de placer.
Necesita humedecer sus labios... morderse levemente para reprimir un
gemido... El deseo es una estampida en su propio cuerpo. No se puede hacer
nada más que lo que están haciendo




La última parada obligada antes del definitivo e irremediable desenlace de
esta loca e inesperada aventura , le da un respiro... necesario para
sacudir la cabeza y tratar de despejarse... Le resulta imposible
realizarlo... ha perdido todo vínculo reconocible con la cordura.
Finge prestar atención a las personas a su alrededor... pero en realidad
está tratando de imaginar que sucederá una vez que el viaje concluya.
Su mente es un torbellino, el corazón sigue agitado, y no quiere realizar
ningún esfuerzo para calmarlo.... No recuerda cuando fue la última vez que
se sintió así...
Todo en su mente le dice que esto es una loca aventura. No puede negarlo,
pero al haber sido inesperada se siente exquisita... No hay duda... Los
ojos del sujeto en su espalda que le devuelve la mirada desde el reflejo en
el vidrio a su diestra, parecen decir lo mismo. La indiscutible partida hacia la estación terminal la inquieta... Se siente
gravitar hacia él en la última oportunidad de este insólito viaje. Se
deleita cediéndole el control en el final de la danza...
Los cuerpos yuxtapuestos instalan una propuesta altamente estimulante que
va desterrando sus restos de cautela...
Los movimientos suaves de él le despiertan respuestas que están apenas
debajo de la superficie de su piel y a las que extraña hace tiempo. Arquea
instintivamente la espalda y no puede evitar dejar escapar un pequeño
gemido de impotencia por la imposibilidad de ir más allá.
Las luces en el exterior aumentan más a prisa de lo que desea indicando el
final del recorrido.....
Es imperioso que retome las riendas de su sensatez... Siente el motín de
las células de su cuerpo que desean prolongar la aventura indefinidamente.
Junto con todos los que la rodean se enfila a la puerta que no sabe si es
una salida, un pasaje que la traerá de nuevo a la realidad o una incursión
a la perdición. No desea admitir su ardiente deseo de que esto no termine.
Los postreros movimientos para interrumpir el movimiento del vehículo le
hacen perder algo del equilibrio... Lo suficiente para comprobar que él
sigue vinculado a su espalda.
Una vez que el movimiento cesa totalmente, las puertas se abren y una masa
compacta de personas la arrastra hacia fuera... No puede dirigir sus movimientos. La misma aglomeración de cuerpos los va separando y fusionando a grupos diferentes.
En vano trata de encontrarlo... Se separan... Se alejan... Mezclado entre
las demás voluntades está también atrapado si posibilidad de cambiar de
dirección.

De pronto siente que una mano le aferra el brazo y trata de detenerla.
Es casi imposible ir contra la corriente humana pero este nuevo individuo
logra ponerla en un costado y trata de darle algo que no alcanza a
identificar completamente...
De pronto los latidos angustiantes han cesado y se resigna a escuchar que
es lo que trata de decirle. Es el abrigo lo que quiere poner entre sus
manos... Ha dejado caer su abrigo y está tratando de devolvérselo...
Hecha una última mirada en dirección al grupo compacto que se aleja, pero
no alcanza a distinguir aquello que busca.
Siente que ya está más consciente de lo que sucede a su alrededor... Aunque
el fluido de sensuales percepciones no se ha disipado completamente.
Está algo más tranquila pero a la vez la confunde la mirada de este hombre que no logra identificar pero que tampoco le resulta un desconocido .
¿De dónde lo conoce?.
¿Dónde lo ha visto anteriormente?.
¿Hacia dónde se habrá dirigido su misterioso compañero de viaje?.